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Crítica de Megalópolis de Francis Ford Coppola

A pesar de las críticas demoledoras que ha sufrido, tenía bastantes ganas de ver Megalópolis, la última película de un Francis Ford Coppola que salió de su jubilación para contar una historia que llevaba décadas intentando convertir en realidad.

PUNTUACIÓN: INCLASIFICABLE

Una fábula épica romana ambientada en una América moderna imaginada. La ciudad de Nueva Roma debe cambiar, lo que provoca un conflicto entre César Catilina, un genio artista que busca saltar hacia un futuro utópico e idealista, y su opositor, el alcalde Franklyn Cicero, que sigue comprometido con un statu quo regresivo, perpetuando la codicia, los intereses particulares y la guerra partidista. Dividida entre ellos está la socialité Julia Cicero, la hija del alcalde, cuyo amor por César ha dividido su lealtad, obligándola a descubrir lo que realmente cree que la humanidad merece. (FILMAFFINITY)

Francis Ford Coppola (Detroit, 1939) es uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos Y una de las figuras más destacadas del Nuevo Hollywood que tuvo lugar en la década de 1970, junto a cineastas como Martin Scorsese, Steven Spielberg, Brian de Palma y George Lucas, entre otros. Muchas de sus películas son clásicos absolutos del cine, empezando por la trilogía de El Padrino (1972, 1974 y 1990), La conversación (1974), Apocalypse Now (1979) y Drácula de Bram Stoker (1992). Otras películas de su filmografía son Rebeldes (1984), La ley de la calle (1984), Cotton Club (1984), Peggy Sue se casó (1986), Tucker, un hombre y su sueño (1988), Jack (1996) y Legítima defensa (1997). Su última película antes de esta Megalópolis fue Twixt (2011), que reconozco que no he visto, como tampoco vi la anterior, Tetro (2209). Ha sido ganador de cinco premios Óscar, tres de ellos como guionista (por Patton, El padrino y El padrino II), uno como director (por El padrino II) y uno como productor (también por El padrino II). Asimismo, ha ganado dos Palmas de Oro de Cannes, por La conversación y Apocalypse Now.

Megalópolis ha sido escrita, producida y dirigida por Coppola. La película de 138 minutos de duración y un presupuesto estimado de 120 millones de dólares (financiados por Coppola en su totalidad tras vender sus viñedos en California) ha contado con fotografía de Mihai Mălaimare Jr., montaje de Cam McLauchlin y Glen Scantleburym y música de Osvaldo Golijov. La película se estrenó en Cannes con una tremenda disparidad de opiniones (la mayoría malas) y ha resultado un fracaso absoluto de taquilla.

La película está protagonizada por Adam Driver, Giancarlo Esposito, Nathalie Emmanuel, Aubrey Plaza, Shia LaBeouf, Jon Voight, Laurence Fishburne, Talia Shire, Jason Schwartzman, Kathryn Hunter, Grace VanderWaal, Chloe Fineman, James Remar, D. B. Sweeney y Dustin Hoffman, entre otros.

Empezando a comentar los aspectos positivos de Megalópolis, me llama la atención cómo de cara a la galería los medios, los críticos e incluso los aficionados al séptimo arte se quejan amargamente de la falta de películas originales. Y como todo es un refrito de ideas ya existentes que sólo buscan la creación de franquicias que aumenten los ingresos de unos estudios cada vez más mercantilizados. Sin embargo, cuando llega a las carteleras una película que es totalmente original y que transmite el arte y las inquietudes de su creador, esta película también es rechazada por un público que parece que no acepta ni quiere experimentar películas realmente diferentes. Y esto es un factor clave para mi, porque incluso aunque luego vaya a ser muy crítico con la película, Megalópolis es una película única. No has visto nada igual, y sólo por ello merecería mejor suerte comercial de la que va a tener.

El segundo elemento clave de Megalópolis en el que se asienta la diferencia de la película respecto a otras producciones de este este año (o de los últimos años) es que Francis Ford Coppola NO plantea una narrativa convencional. En esto realmente no engaña a nadie, porque ya desde el poster de la película está indicando que estamos ante «una fábula». La narrativa de Megalópolis se acerca más a una ópera en la que las emociones y las situaciones de plantean desde absolutos exagerados, que a una narrativa «realista». Ambientar la historia en una Nueva York transformada en un ciudad inventada de nombre Nueva Roma para plantear un paralelismo entre la caída del Imperio Romano y el declive de la sociedad occidental este siglo XXI también ayuda a transmitir una sensación teatral casi como si de un drama de Shakespeare se tratara. Gustará más o menos, pero Megalópolis sin duda transmite las ideas y la sensibilidad artística de su autor, el octogenario Francis Ford Cópola.

La parte de Megalópolis que si me gustó es la crítica a la sociedad actual, incluyendo las redes sociales, con su puritanismo y la exigencia de un virtuosismo ridículo e irreal, siempre de cara a la galería. La película muestra cómo esta Nueva Roma demanda que las «artistas» sean puras y virginales, cosa imposible en el mundo de excesos en el que se mueven. Y cuando el engaño se descubre, la «Hannah Montana» de turno se reinventa en una malota Miley Cirus para seguir ordeñando al público. El puritanismo ridículo de la sociedad americana está muy bien criticado por parte de Coppola, esta parte me gustó mucho. Como también me gusta la critica a la sociedad que encumbra a «celebrities» que no tienen suficiente con ser millonarios hijos/as de papa que no dan palo al agua, sino que tienen que convertirse en famosos que exigen la admiración del pueblo llano al que quieren ordeñar. La crítica a una sociedad donde Paris Hilton o las Kardashian sean consideradas gente «importante», me ha gustado mucho.

Aunque Megalópolis está plagada de excesos y elipsis imposibles, en lo relativo a la historia y a la evolución del protagonista César Catilina (interpretado por un Adam Driver super over-the-top) Coppola plantea una historia en la que siempre hay una causa-efecto, y los cambios son siempre justificados, con mayor o menor acierto, a lo largo de la película. Podrán decirse muchas cosas de la película, pero no que la película es un sinsentido en lo relativo a este aspecto concreto.

He encontrado elementos positivos que comentar de Megalopólis, pero en realidad la película no me ha gustado nada. Empezando por la filosofía de Hacendado que Coppola usa a lo largo de toda la película para destacar lo que entiendo que para él eran las claves de la película. Intelectualmente entiendo que Coppola hace una crítica a los populismos políticos al mostrar que mientras César Catilina y el alcalde Cicero debaten sobre asuntos elevados, el villano interpretado por Shia LaBeouf apela a los peores instintos del pueblo llano con eslóganes sencillos que en realidad son frases vacías. Como digo, entiendo lo que está haciendo, pero la ejecución a lo largo de la película me echaba completamente de la película, no dejándome disfrutar de la experiencia.

La cualidad operística que amplifica todo lo que sucede en la película ha provocado que no me haya gustado ningún personaje. Y obviamente Nathalie Emmanuel y Aubrey Plaza están guapísimas en la película, lo cual es algo positivo. Pero ellas como el resto en realidad me parecen arquetipos más que personas reales. Emmanuel siendo la perfección, la persona que ejemplifica todas las virtudes que necesita la sociedad para sobrevivir. Entre otros elementos, siendo madre. Algo que entiendo no es un aspecto anecdótico de la película, más bien al contrario. Y Aubrey Plaza interpretando a la trepa que hará lo que sea acostándose con quien sea con tal de conseguir el éxito y forrarse. Y ojo que tengo claro que en todos los casos no es un problema de los actores sino de lo que Coppola quería que hicieran, a pesar de que se ha comentado mucho la forma en que Coppola ha rodado la película fomentado la improvisación de los actores.

Caso aparte es el personaje de César Catilina, interpretado por Adam Driver. Con él me pasa como con todo en general. Es todo tan exagerado y over-the-top que me sacaba de la película. Y de nuevo entiendo intelectualmente lo interesante que podía ser sobre el papel tener un protagonista que es un visionario que mira hacia el futuro y busca cambiar el presente, que sin embargo vive anclado en un trauma de su pasado. Un trauma que le hará abandonar el amor y la felicidad del presente por conseguir su objetivo utópico, dando un elemento circular a su arco. Sin embargo, la ejecución dista mucho de ser buena. Sus ampulosos monólogos en los que habla de arte, de filosofía y de los aspectos elevados que deben ser clave para un artista, y para un buen ciudadano, me parecieron lamentables. Y de nuevo, puedo entender la cualidad teatral no realista de todo, pero emocionalmente no es algo con lo que pudiera conectar.

Conectado a esto, Coppola presenta idea que podían ser interesantes, como la discursión de si es moralmente adecuado emplear miles de millones en un sueño de futuro cuando millones de personas se mueren de hambre en el presente. Pero como con tantas cosas en la película, la idea es desaprovechada, presentando la duda para nunca más volver a resolverla. Más allá que los hechos de la película afirman que SI merece la pena construir esa utopía porque a la larga será bueno para la humanidad. Lo que haya pasado con los que se quedaran en el camino supongo que será algo para otro día.

Otro elemento que no me ha gustado nada es la puesta en escena. Y en teoría aceptaba el elemento teatral, pero varios sets me parecieron de cartón piedra, algo incomprensible pensando en lo que Coppola se ha gastado para hacer Megalópolis. Los efectos visuales tampoco me ayudaron a entrar en la película, más bien lo contrario, planteando planos chusqueros que resultaban super irreales. Aparte, hay un exceso de escenas con personajes a contraluz, que en ese caso no entiendo su valor narrativo más allá de provocar que el visionado se convirtiera en una actividad incómoda.

Coppola siembre fue un gran narrador, pero en Megalópolis plantea unos poderes de César de detener el tiempo que son una «sacada de chorra» que no pintan nada, más allá (de nuevo) de la metáfora sobre que un verdadero ARTISTA en realidad juega con el tiempo con su obra, consiguiendo en algunos casos en convertirse en eterno gracias a ella. Algo que en realidad no es una metáfora en Megalópolis, porque es expresado literalmente a lo largo de la película, en otro de los ridículos discursos de César. Tampoco los planos del circo romano y el hedonismo extremo de los ricos de esta sociedad me parece que aporten más que histrionismo y exageración. Dentro por supuesto de la crítica a la sociedad del siglo XXI.

El problema en todos los casos no es de la intención de Coppola o las ideas que intentaba transmitir con Megalópolis, sino con su ejecución. Ya lo he comentado antes, pero la filosofía de restaurante chino me ha parecido lamentable. Las voces en off leyendo mensajes cincelados en piedra tampoco es que lancen ideas sutiles, más bien parece que está matando moscas a cañonazos. Por ejemplo, con el contraste entre el urbanismo de cemento y acero que parece ser la cúspide del capitalismo en contraste con la arquitectura inspirada en la naturaleza que plantea César. La sutileza de un elefante en una cacharrería.

Y sin embargo, con todos los problemas que le encuentro a la película, me gusta que Coppola termine la película con una sensación de esperanza y positivismo, porque frente a las distopías que nos inundan en el mainstream americano, está genial ver a un creador pensar que la sociedad occidental aún tiene salvación, aunque para ello tenga que sufrir cambios profundos.

No me ha gustado Megalópolis, pero aplaudo que un maestro como Coppola quiera contar su película sin amoldarse a modas o a los gustos de los espectadores. Me hubiera gustado poder conectar con una película que sin duda es exigente para el espectador. Pero globalmente estoy contento a pesar de todo de haber podido verla en pantalla grande y en versión original.

Comparto el trailer de la película:

Megalópolis no me ha gustado. Pero como pongo mi dinero donde pongo mis opiniones, me alegra haber visto una película que sin duda es única en su género.

PUNTUACIÓN: INCLASIFICABLE

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