Tras disfrutar recientemente The Handmaiden de Park Chan-wook, tenía ganas de ver otras películas de la filmografía de este director coreano. Así, llegó la hora de Thirst, película estrenada en 2009 que ganó el Premio del Jurado de Cannes y el Premio a la Mejor Actriz del Festival de Sitges. Sin duda, mis expectativas estaban por todo lo alto con esta película que prometía un acercamiento al mito del vampirismo, pasado por el tamiz coreano.
- Sang-hyun (Song Kang‑ho) es un caritativo sacerdote que vive atormentado por las dudas y la desesperación que le provoca un mundo dominado por el sufrimiento y la muerte. El deseo de salvar vidas lo lleva a África, para participar en un proyecto cuyo objetivo es encontrar una vacuna contra un virus letal. Aunque las esperanzas de sobrevivir son casi nulas, él sobrevive milagrosamente, volviendo a su ciudad natal. Tratado casi como un hombre santo, tras curar supuestamente una enfermedad de su amigo de infancia Kang-woo (Shin Ha Kyun), será acogido en su casa, en la que vive su madre y su joven esposa, Tae Ju (Kim Ok‑bin).
Thirst está basada en la novela Thérèse Raquin, de Émile Zola. El guión del propio Park Chan-Wook y su colaborador habitual Jeong Seo-Gyeong coge el triángulo amoroso de la novela de Zola como marco sobre el que construir una película totalmente diferente a todo lo visto hasta la fecha, centrada quizá en un deseo mucho más fuerte que el sexual, el deseo de morir, utilizando un marco de historia de vampiros. Nada más y nada menos.
Lo mejor y lo peor de la película es que intenta ser muchas cosas a la vez. No es solo una película de terror centrada en el mito del vampiro, sino que también es un triángulo amoroso un tanto bizarro y una lucha por controlar nuestras pasiones o dejar que nos ahoguen y nos lleven más allá.
En lo positivo, los personajes principales, el cura Sang-hyun y la esposa dominada Tae Ju, son como dos caras de la misma moneda. La relación carnal es realista y sus motivaciones y objetivos se comprenden dentro de la lógica de sus personajes. Ambos actores realizan estupendas interpretaciones, en las que el peso de sus pasiones marcarán su existencia.
Visualmente la película se sale hasta niveles máximos. La fotografía de Chung-hoon Chung (Old Boy, Stoker, The Handmaiden), es sobresaliente, y se nota un entendimiento entre ambos tan estrecho que parecen casi hermanos siameses. Hay varias escenas en las que claramente hay un intento consciente de presentar todo lo contrario a los que esperamos de una película de vampiros, como las escenas en las que el blanco puro satura la imagen.
Otros momentos muy buenos son cómo nos enseñan el peso de la culpa, (no digo más), o la visualización de las habilidades sobrehumanas del cura.
Hay sin embargo elementos menos buenos, precisamente porque desde cierto punto de vista la película se queda a medio camino en estos argumentos. Y es que la película no es de terror y no hay un auténtico triángulo amoroso. Y algunos personajes tienen las ridiculeces típicas de las caracterizaciones del cine coreano, con una nula profundidad.
Sin embargo, el deseo que domina a los protagonistas y tira de ellos hacia lados opuestos sí me gustó mucho. Y siempre preferiré al artista que lo intenta aunque no acierte al 100% frente al acomodado que va sobre seguro en temáticas y esquemas conocidos.
Quizá el problema de Thirst no sea tanto de la propia película, sino del hecho que Stoker y The Handmaiden me alucinaron brutalmente cuando las vi, y en este caso quizá mis expectativas no se cumplieron.
A continuación comparto el trailer de la película en castellano:
Thirst de Park Chan-Wook me impactó mucho menos que Stoker o The Handmaiden, que vi durante este año. Sin embargo, hay momentos cinematográficos tan potentes y tan diferentes a lo que podemos ver en una película occidental que su visionado se convierte en una obligación para todos los fans de las películas asiáticas entre los que me encuentro.
PUNTUACIÓN: 7/10
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