Triangle of sadness del director sueco Ruben Östlund ha sido una de las sorpresas de los Oscars de este año, al ser nominada a mejor película, dirección y guion original, además de ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes. Esto me animó a verla aprovechando su estreno esta semana.
PUNTUACIÓN: 6.5/10
Tras la Semana de la moda, Carl y Yaya, pareja de modelos e influencers, son invitados a un yate en un crucero de lujo. Mientras que la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los eventos toman un giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros.
Ruben Östlund (1974) es un cineasta sueco conocido por sus películas de comedia negra satíricas Fuerza mayor (2014), The Square (2017) y Triángulo de tristeza (2022), todas ellas con críticas mayoritariamente positivas y premiadas en el Festival de Cannes, incluida la Palma de Oro para las dos últimas. Triangle of sadness es su primera película rodada en inglés y ha conseguido una aclamación casi total.
Triangle of sadness es una coproducción entre Suecia-Francia-Reino Unido-Alemania. La película de 147 minutos de duración cuenta con fotografía Fredrik Wenzel, montaje por Ruben Östlund y Mikel Cee Karlsson, y música de Mikkel Maltha y Leslie Ming.
El reparto de la película está formado por Harris Dickinson como Carl y Charlbi Dean como Yaya, la pareja de jóvenes influencers y modelos que entran en la calificación de personajes «ostiables». El resto de personajes pasajeros o tripulantes del yate de lujo son Dolly de Leon como Abigail, Zlatko Burić como Dimitry, Iris Berben como Therese, Vicki Berlin como Paula, Henrik Dorsin como Jarmo, Jean-Christophe Folly como Nelson, Amanda Walker como Clementine, Oliver Ford Davies como Winston, Sunnyi Melles como Vera y Woody Harrelson como el capitán
Me ha gustado Triangle of sadness, pero sin más. El primer elemento que ya indica por donde van a ir los tiros es titular esta comedia negra con la referencia al término utilizado por los cirujanos plásticos para la arruga de preocupación que se forma entre las cejas, que se puede arreglar con botox en 15 minutos. Y es que Ruben Östlund tira contra todo en los larguísimos 145 minutos de película, empezando por la dictadura de la apariencia y lo vacíos que son los actores del mundo de la moda en el que englobo a los influencers e instagramers, representados en la película por la joven pareja formada por el modelo Carl y la instagramer Yaya.
La película está dividida en tres partes. La primera «Carl & Yaya» muestra a esta pareja egoísta y sin valores morales. Una crítica brutal hacia muchas jóvenes que de boquilla dicen ser super independientes y feministas, pero en el fondo aspiran a casarse con un hombre rico y ser su mujer trofeo, consiguiendo así satisfacer todos sus caprichos. Pero no es mucho mejor Carl, que expresa todo el rato que el dinero le da igual, pero es lo único que le interesa. El mordaz retrato de esta pareja unida sólo por conveniencia es muestra de algunos males de nuestra sociedad actual más pendiente de lo superficial que de lo verdaderamente importante.
En la segunda parte «El Yate» encontramos el grueso de una crítica brutal contra el mundo de los super ricos y en general, a las desigualdades del capitalismo. La forma en que la tripulación tiene que aguantar los caprichos más ridículos de los invitados, y lo vacía que es su vida en general permite al director ofrecer un montón de momentos bastantes divertidos, no de carcajada pero si lo suficiente para mantenerte intrigado durante prácticamente todo el reparto. En este apartado hay que resaltar a Woody Harrelson, cuya participación es apenas un cameo en una escena buenísima, que sirve también de crítica hacia todos los comunistas de salón que demuestran un gran conocimiento de la teoría pero no están dispuestos a abandonar sus privilegios.
En la tercera parte, «La Isla», los roles se invierten mostrando la inevitable destrucción del capitalismo cuando el pueblo llano se de cuenta que ellos son los verdaderamente poderosos porque son ellos los que saben cazar, pescar, cocinar y hacer fuego y sin ellos los ricos no son nada. Pero incluso esto acaba siendo un espejismo porque la fuerza de la sociedad capitalista es demasiado fuerte para dejarse vencer. El hecho de dejar el final abierto lo considero una genialidad, aunque al mismo tiempo también creo que es el recurso fácil. Un final que me recordó en cierto sentido a Parásitos cuando los pobres luchaban entre ellos por las migajas de ver quien conseguía quedarse el puesto de sirviente de los ricos.
Frente a la primera parte con unos diálogos bordeando lo ridículos que son Carl y Yaya, un ejemplo de vacuidad y egoísmo ridículamente celosos de cualquiera que pase por delante de ellos, la película cambia en la segunda parte para convertirse en un super over-the-top resaltando el tono de farsa de la historia, con unos gagas escatológicos que sorprenden en una película ganadora del Festival de Cannes. Y que reconozco que más allá de la sorpresa no me han hecho demasiada gracia.
No puedo evitar comentar que este mismo tipo de humor hecho por Jim Carrey tengo claro que sería calificado como una obscenidad sin gracia, pero si lo hace un director sueco la cosa se convierte en una genialidad. Con el agravante que la película estaba dejando clarísima su crítica bestial con el modo de vida de los ricos a costa de las personas normales trabajadoras, no necesitaba esto gags de caca-pedo-pis para resaltarlos.
El personaje de Carl sirve para romper muchas de las convenciones sociales en lo relativo al género en la tercera parte, pero resulta patético y ostiable en cada cosa que hace. La escena en la que él y dos personas más se comen de forma egoísta unos palitos salados a sabiendas que posiblemente es toda la comida que tienen y se la comen igualmente sin racionar nada ni pensar en los demás, es otro momento muy potente de la película. Sobre todo por la metáfora que significa de la sociedad de consumo actual en la que a la gente les da igual todo lo que no sea ellos y sus deseos egoístas del presente.
Como digo, la película tiene muchísima chica cuando piensas en todo lo que nos han contado y lo planteas como una metáfora de la sociedad. Por ejemplo, cuando una anciana rica fuerza a los tripulantes a «divertirse» tirándose por un trampolín a pesar de estar trabajando y sin pensar en lo que ellos querrían hacer. Lo que me recuerda a los trabajos digitales que pretenden que estés conectado las 24 horas del día. Y como esa, hay un montón más.
Como digo, la película me ha gustado, pero vuelvo a encontrarme una película ridículamente larga que sobrepasa todos los límites. Comentaba más arriba que a pesar de ver la película a las 22.00 h. en el cine no me ha aburrido y creo que no se me hizo demasiado larga. Pero estamos ante un nuevo caso de película con 10-15 minutos menos. La capacidad de síntesis de los directores actuales parece que ya no es un requisito esencial exigido por los productores, como era hasta hace ¿8-10 años?
Este detalle de la duración y los gags escatologicos no me han dejado disfrutar de la película como me hubiera gustado, pero entiendo que tiene un montón elementos super interesantes, a pesar de no conectar con el continente de la historia. En todo caso, no me arrepiento de haber visto esta película.
Comparto el trailer de la película:
Triangle of Sadness es una película curiosa que me ha mantenido divertido a través de su largo metraje, pero que al menos a mi no me va a dejar poso.
PUNTUACIÓN: 6.5/10
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