Tras la estupenda relectura de El retorno de los dragones, me he animado con La tumba de Huma, la segunda novela de las Crónicas de la Dragonlance de Margaret Weis y Tracy Hickman.
PUNTUACIÓN: CLÁSICO DECEPCIONANTE
Ahora todo el mundo sabe que los esbirros draconianos de Takhisis, la Reina de la Oscuridad, han vuelto. Todas las naciones se disponen a defender sus hogares, sus vidas y su libertad. Pero las razas llevan largo tiempo divididas por el odio y los prejuicios. Los guerreros elfos luchan contra los caballeros humanos. La guerra parece perdida antes de comenzar. Los compañeros se ven separados por el conflicto, viviendo distintas aventuras. Pasará una estación completa antes de que vuelvan a reunirse, si es que lo consiguen. Bajo el pálido sol invernal, un caballero caído en desgracia, una doncella elfa mimada y un kender algo chiflado ven cómo se acercan las tinieblas.
Nadie diría que son unos héroes. Y ellos, menos que nadie.
Esta compañía de héroes está formada por Tanis Medio Elfo, un medio elfo bastardo y el líder del grupo, dividido entre la mujer humana Kitiara y la princesa elfa Laurana, que le acompaña en sus aventuras; Sturm Brightblade, escudero de los Caballeros de Solamnia y hombre profundamente honorable; Goldmoon, hija del jefe de la tribu Que-Shu, portadora del Báculo de Cristal Azul y primera clériga del bien desde el Cataclismo; Riverwind, guardaespaldas e interés romántico de Goldmoon; Caramon Majere, un guerrero enorme, musculoso y a veces lento de mente, con un profundo afecto por su hermano; Raistlin, un mago cínico, sarcástico y físicamente frágil, del que desconfían la mayoría del grupo. El grupo lo completan, Flint Fireforge, un viejo enano rudo y viejo amigo de Tanis, y Tasslehoff Burrfoot, un kender alegre, no tan inocente con las manos más rápidas del mundo para llevarse «sin querer» objetos ajenos, Tika, antigua camarera convertida en aventurera mientras sigue a su amado Caramon, Gilthanas Kanan, príncipe elfo luchador-mago y hermano de Laurana y Elistán, clérigo de Paladine.
Margaret Edith Weis (Misuri, 1948) es una escritora estadounidense especializada en la novela fantástica y en la ciencia ficción. Junto a Tracy Hickman, creó el universo literario y de juegos de rol Dragonlance. En 1983, Weis se presentó al puesto de editora de juegos en TSR, Inc. puesto para el que fue rechazada. Sin embargo , consiguió el trabajo de editora de libros, en el que trabajó hasta 1986. Uno de sus primeros trabajos fue ayudar a coordinar, junto a Tracy Hickman, «Project Overlord», que debía incluir una novela y tres módulos para AD&D. Weis y Hickman idearon la trama de la novela y contrataron a un escritor para que escribiera la novela. Como esta idea no funcionó, Hickman y Weiss decidieron escribir ellos mismos la primera novela de la serie. «Project Overlord» pronto pasó a llamarse Dragonlance y se convirtió en una trilogía de novelas, Las crónicas de la Dragonlance, y quince módulos interconectados. Weis y Hickman también escribieron la siguiente trilogía, Leyendas de la Dragonlance, que se publicó en 1986.
Tracy Raye Hickman (Utah, 1955) es un autor estadounidense de fantasía y creador de juegos de rol. Escribió las novelas de Dragonlance con Margaret Weis. También escribió material para juegos de rol mientras trabajaba para TSR, además de coescribir novelas con su mujer, Laura Hickman. Es autor o coautor de más de 60 libros. Su mujer Laura le introdujo por primera vez al mundo de Dungeons & Dragons (D&D) poco después de casarse. Juntos, Tracy y Laura escribieron las versiones originales de los módulos de aventura Rahasia y Faraón, publicándolos de forma privada. Cuando Tracy y Laura Hickman viajaban de Utah a Wisconsin para unirse a TSR, empresa que publicó los juegos de Dungeons & Dragons donde llevaron sus juegos, Hickman concibió la idea de una ambientación que volviera a hacer temibles a los dragones. En TSR encontró a otros creadores interesados en su proyecto, que se llamó «Proyecto Overlord». Cuando TSR anunció su intención de desarrollar la serie de aventuras de rol basadas en dragones de Hickman, esto dio lugar a las Crónicas de la Dragonlance, y al inicio de su asociación con Margaret Weis.
En mi reseña de El retorno de los dragones ya explicaba lo importantes que fueron los libros de la Dragonlance para afianzar mi afición por la lectura. También que en ese momento de 1987/88 en que debí leer esta segunda novela (con trece o catorce años) no sabía nada de juegos de rol o del Dungeons & Dragons, sólo tenía la referencia de estos libros como único formato de entretenimiento disponible. Y la relectura de esta novela me ha ofrecido sentimientos encontrados.
Recordando esos años, mi yo chaval ya tenía la experiencia de El imperio contraataca como ejemplo de franquicia que dejaba claro que entre película y película los personajes habían vivido otras aventuras. De esta manera, que la novela se inaugure con los héroes devolviendo el Mazo de Kharas a los enanos de Thorbardin iba en la misma línea, lo cual no me supone un problema importante. Dentro de la lástima que supone no conocer la aventura en cuestión, claro. Pero a nivel general esto me sugería que igual que existían los comics de Star Wars, debían haber más aventuras que descubrir de estos personajes.
La tumba de Huma sigue una estructura muy habitual en la fantasía de separar al grupo de héroes para que puedan vivir dos aventuras en paralelo. Por un lado Tanis, Raistlin, Caramon, Tika, Goldmoon y Riverwind serán ayudados por la princesa elfa Alhana Starfreeze, dirigiéndose al reino éfico de Silvanesti para intentar combartir la maldición que asola el reino. Por otro, Laurana, Sturm, Flint, Tasslehoff y Elistan escapan con un pequeño grupo de Caballeros de Solamnia a la devastación de la ciudad de Tarsis.
El problema es que justo a continuación de separarse el grupo de Laurana vive una aventura a priori apasionante tras la cual consiguen un segundo Orbe de Dragón, el primero lo encuentra el grupo de Tanis, pero esta aventura es despachada como una canción épica en apenas dos páginas, algo que supone un tremendo jarro de agua fría. Porque una cosa es que como digo entre novelas los héroes corran otras aventuras, y otra que una parte importante de esta historia nos sea «hurtada» de mala manera. La tumba de Huma es de nuevo una novela corta de apenas 445 páginas en la que hay enormes elipsis a lo largo de la narración. Esta en concreto me parece un ejemplo de lo que NO hay que hacer en una novela de fantasía y espada y brujería.
En positivo tengo que decir que me gusta mucho la evolución de Laurana, que se convierte en la gran protagonista de la novela junto con Sturm, el joven caballero de Solamnia. Otro personaje que me gusta mucho es el pequeño kender Tasslehoff Burrfoot, que una y otra vez nos muestra la importancia de la curiosidad y de mirar las cosas con otros ojos. Ellos dos me parecen los mejores personajes de la novela. En esta parte me gusta la forma en que conocemos la situación de las tres tribus de elfos, y cómo los refugiados Silvanesti y Qualinesti han explotado a los Elfos salvajes y les están expulsando de sus hogares donde vivían. Que unos elfos a priori personificación de la pureza sean capaces de actos egoistas, por no calificarlos de malvados, me parece super interesante. Al igual como la lucha por el poder en el seno de los Caballeros de Solamnia, que pondrá en la picota a Sturm acusado de cobardía.
Recordaba la novela con mucho cariño, y recuerdo que en su momento el sacrificio de Sturm me impactó muchísimo y me pareció super épico. Sin embargo, leído ahora tengo que reconocer que me ha parecido un poco chof. De hecho, fruto de la economía narrativa de Weis y Hickman, más que una novela, el climax parece un tratamiento que nos cuenta a grandes rasgos lo que va pasando en la novela de mayor extensión que sería de alguna manera «la buena». Algo que como podréis imaginar no lo digo de forma positiva. La batalla y asedio de la fortaleza de los caballeros es despachado de nuevo con una elipsis incomprensible a ojos del siglo XXI, y el que se supone es el climax final tiene una duración de 4/6 páginas, algo totalmente insuficiente. El uso «fuera de plano» de las lanzas Dragonlance que dan nombre a la serie de novelas, para matar a dos dragones es un buen ejemplo de los problemas narrativos de esta novela, a la que le falta épica por todos lados.
En el lado de Sturm y Laurana al menos si hay una sensación de capítulo cerrado, pero mucho peor es lo que Weis y Hickman hacen con el segundo grupo. Tras la aventura en Silvanesti seguiran unos días en los que los héroes, incluso Raistlin, pueden disfrutar de unos días de felicidad mientras actúan en una posada para reunir dinero para poder embarcar en un barco que les lleve con los caballeros de Solamnia, donde esperan encontrarse con sus amigos. Esta segunda trama literalmente queda cortada a mitad y se queda con un NO-final terrorífico, lo que provocó que en cierto sentido la novela se sienta partida en dos. Lo que de nuevo no mola. En esta parte de la novela asistiremos por fin a la presentación de Kitiara, la hermana de Raistlin y Caramon e interés romántico de Tanis el semi-elfo, pero la verdad es que se siente como un WTF?! alucinante, al aparecer porque si en un sitio justo a tiempo para a continuación aparecer en otro lugar con la misma aleatoriedad que mueve en conjunto.
El novela se lee en un suspiro y a pesar de las cosas con las que no he conectado, la verdad es que es un placer volver a encontrarme con unos personajes que son historia viva de mi afición lectora. Pero dicho esto, la verdad es que la novela, incluso reconociendo la parte de construcción del mundo y la complejidad de las sociedades humanas y elfas, me ha decepcionado bastante. Espero que la lectura de La Reina de la Oscuridad, tercera parte de la Dragonlance, me quite este mal sabor de boca.
PUNTUACIÓN: CLÁSICO DECEPCIONANTE
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