Octava recopilación de Ice Cream Man, la inclasificable antología de historias desesperazadoras y nihilistas obra de W. Maxwell Prince y Martín Morazzo, con color de Chris O´Halloran, que está publicando Image comics.
PUNTUACIÓN: 7.5/10
Volumen 8: Sujetos y objetos
Ábrete de par en par para recibir cuatro dosis más del cómic de psico-horror más vendido y aclamado por la crítica, ICE CREAM MAN. Aquí, encuadernados con cola de papel de calidad media, hay cuatro relatos de subjetividad objetiva: se cumplen los últimos deseos de un hombre; un experimento controlado pierde todo el control; se equilibra una balanza cósmica (¡en verso!); Doug hace todo lo posible por desintoxicarse. Es otro conjunto de angustia y hastío para el apreciador del arte antológico.
Este octavo volumen recopila los números 29 a 32 USA.
W. Maxwell Prince escribe en Brooklyn y vive con su esposa, su hija y dos gatos. Es autor de ICE CREAM MAN, KING OF NOWHERE, ONE WEEK IN THE LIBRARY, and THE ELECTRIC SUBLIME.
El artista argentino Martín Morazzo hizo su gran debut en los cómics estadounidenses con la saga de ciencia ficción ambiental de 2012, Great Pacific, la primera serie de Image Comics que co-creó con Joe Harris. Desde entonces, Martín ha co-creado Snowfall, una epopeya de ciencia ficción, nuevamente con Joe Harris e Image Comics, y la elegante serie de aventuras criminales, The Electric Sublime, con el escritor W. Maxwell Prince en IDW Publishing. Ice Cream Man, su nueva colaboración con W. Maxwell Prince, está siendo publicada por Image Comics. She Could Fly, una miniserie con el escritor Christopher Cantwell, co-creador y showrunner de Halt and Catch Fire de AMC, y la editora Karen Berger, también está siendo publicada por Berger Books, una editorial de Dark Horse Comics.
Debo tener cierta vena masoquista, porque se a lo que vengo cuando compro un nuevo volumen de Ice Cream Man, y sin embargo el equipo creativo formado por W. Maxwell Prince en el guion, Martín Morazzo en el dibujo y Chris O´Halloran en el color consiguen romperme el alma y dejarme con ganas de abrirme las venas de una manera diferente con cada historia. Tengo claro que el escritor Maxwell Prince debe ser una bellísima persona, pero las cosas que saca de su cabeza me parecen una barbaridad. Desperación, nihilismo y la futilidad de una vida que vamos a vivir solos en soledad que no tiene sentido son temas recurrentes de esta antología de historias que no deja de reinventarse grapa a grapa.
Curiosamente, el primer número de esta antología (nº 29 USA) me parece el menos bueno de los cuatro, al mostrarnos las últimas voluntades de un recién fallecido que tuvo que convivir con una depresión crónica que está dentro de los bienes que va a dar a sus seres queridos. Sin embargo, el siguiente número, el 30, con un ensayo clínico de una nueva droga en la que un paciente cree estar recibiendo un placebo, me parece espectacular. Dentro de lo deprimente y nihilista, claro.
Otro comic brillante es el nº31 USA, en el que Maxwell Prince arruina la alegría de la paternidad al mostrar la forma en que un padre y una hija van creciendo ella y envejeciendo él, planteando un relato triste que se recrea en la soledad de los personajes y las vidas sin sentido. esta historia me ha roto mientras lo leía.
Antes de la terapia de desintoxicación de Doug que veremos en el nº32, un nuevo prodigio de narrativa en la que cada página representa un día de Doug en el centro, tenemos un brillante preludio de 8 páginas en los que Prince y Morazzo parecen transformarse en Scott McCloud para darnos una lección de narrativa gráfica mientras nos explican la teoría de la semiótica mientras vemos la caída de Doug y su conversión en un alcohólico. Cada historia, casi cada página tiene una sorpresa o un hallazgo, ya sea en cuanto a la historia o la narrativa del comic.
El dibujo de Martín Morazzo y Chris O´Halloran me parece que está tan acertados como siempre. Nadie como ellos transmiten el drama existencial de estas historias y a unos personajes perdidos, sin esperanza y desamparados ante unos elementos que parece que juegan con ellos. Las expresiones faciales y corporales adquieren una cualidad casi kafkianas en estas páginas, complementando perfectamente a las historias de Prince. Y por si fuera poco, Morazzo se sale en cada uno de los desafíos narrativos que le sugiera el guionista, o tal vez es él el que le sugiere ideas visuales que luego desarrollan hasta tener clara la historia, lo veo como una posibilidad. Pero ya sea una u otra opción, la verdad es que acaban formando una dupla perfecta para el tipo de historias que se plantean en esta antología.
El caso es que no estamos ante un comic de terror al uso, más bien sería un drama existencial ante el descubrimiento que estamos solos en el universo, nadie cuida de nosotros, y nada bueno nos espera aparte del vacío y la nada. Me gusta esta sensación de no intentar vendernos nada y no ofrecer un mensaje moralizante, sólo romperte un poco por dentro al ir cayendo por la madriguera de conejo hacia este deprimente y depresivo mundo en el que se encuentran los protagonistas de las diferentes historias.
Hay que ir con cuidado con Ice Cream Man y dejar varios meses entre un volumen y el siguiente. O de lo contrario, la sobredosis de desesperanza puede provocarnos una crisis nerviosa o algo peor. Hecha ya la broma, la verdad es que este comic me da algo que no leo en ningún otro sitio, justificando de sobra su compra. Si buscas comics con historias diferentes, Ice Cream Man sin duda lo es.
PUNTUACIÓN: 7.5/10
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