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Crítica de 28 años después de Danny Boyle

Tenía ganas de ver 28 años después, la nueva película de Danny Boyle con guion de Alex Garland que continúa la historia de infectados que creó en la mítica 28 días después.

PUNTUACIÓN: 7/10

Años despúes de los sucesos de «28 días después» y «28 semanas después», el virus de la ira ha regresado y un grupo de supervivientes debe sobrevivir en un mundo asolado por hordas de infectados. Realizada con un iPhone 15 Pro Max y con la ayuda de numerosos accesorios especializados. (FILMAFFINITY)

Daniel Francis Boyle (Lancashire,1956) es un director y productor inglés. Es conocido por su trabajo en las películas Shallow Grave (1994), Trainspotting (1996), La playa (2000), 28 días después (2002), Sunshine (2007), Slumdog Millionaire (2008), 127 horas (2010), Steve Jobs (2015) y Yesterday (2019). Boyle fue productor de 28 semanas después (2007), secuela de su clásico de zombies, y vuelve con fuerza con esta continuación 23 años después de la película original.

Boyle produce y dirige esta película que cuenta con guion de Alex Garland (guionista habitual de Boyle y director de Ex-Machine, Aniquilación, Civil War y Warfare entre otras). La película de 115 minutos de duración ha contado con fotografía de Anthony Dod Mantle, montaje de Jon Harris y música de Young Fathers. El rodaje tuvo lugar principalmente en el norte de Inglaterra, en las regiones de North East y Yorkshire and the Humber. Uno de sus principales hechos distintivos tiene que ver con principalmente con un iPhone 15 Pro Max, recordando al rodaje de 28 días después con la videocámara digital Canon XL-1.

En el reparto tenemos a Alfie Williams como Spike, el hijo de 12 años de Jamie (Aaron Taylor-Johnson) e Isla (Jodie Comer), que irá primero con su padre en un rito de iniciación como cazador dentro de territorio infectado, y que luego intentará llevar a su madre en busca de un doctor que trate su enfermedad, el Dr. Ian Kelson interpretado por Ralph Fiennes. Edvin Ryding como Erik Sundqvist, un soldado sueco de la OTAN, Chi Lewis-Parry como «Samson», un imponente líder alfa de los infectados y Jack O’Connell como Sir Jimmy Crystal, líder de la secta de los «Jimmies» y superviviente del brote original, completan el reparto en sus papeles principales.

El género de zombies me gusta mucho, así que no es sorpresa que tuviera ganas de ver 28 años después. Entrando a valorar una película que me ha gustado, una de las primeras cosas que me han parecido curiosas es que Danny Boyle y Alex Garland parece que obvian la película de 28 semanas después, que ni fue dirigida por Boyle aunque si se mantuvo como productor. Si en la película de Juan Carlos Fresnadillo los infectados murieron de hambre en apenas unas semanas, lo que provocó el intento de recuperación de Londres, en esta película los infectados siguen viviendo tras todos estos años, manteniéndose eso si su cualidad de ser unos zombies corredores.

Danny Boyle es un director brillante a la hora de crear imágenes super impactantes. En el caso de estos 28 años después, una parte importante de este éxito está en el montaje de la película, que intercala imágenes perturbadoras en muchos momentos, o se recrea en la sangre y el gore en varias escenas en las que los protagonistas lanzan flechas a infectados y el estallido de sangre queda congelado en pantalla. Cuando terminó la película nos preguntamos si se notaba que la película estuviera rodada con un iPhone, siendo yo de los que pensaba que no. Desde luego, no como un elemento negativo de la película.

Si en 2002 los zombies corredores de 28 días después impactaron a los espectadores, la principal sorpresa y añadido de esta película son los infectados Alpha, seres a los que el virus de la rabia actúa como un chute de anabolizantes que les transforma en seres más grandes, poderosos y difíciles de matar. Estos alpha nos van a dar un par de momentazos muy fuertes en la película con su hobby de arrancar las cabezas de sus víctimas como si de predators se tratara.

Más que una película unitaria, me ha sorprendido la naturaleza episódica que tiene la película. Y es que 28 años después plantea varias historias que son casi independientes entre si. En la primera, Jamie (Taylor-Johnson) quiere iniciar a su hijo de 12 años Spike (Alfie Williams) en el trabajo de cazador / buscador de su comunidad, ubicada en la isla de Lindisfarne, una isla ubicada en la costa norte de Inglaterra unida al continente solo en momentos de marea baja por una calzada fuertemente fortificada. Jamie lleva a su hijo a territorio infectado para que se cobre su primera presa en la forma de un infectado. Su aventura se encuentra con varios problemas e imprevistos, siendo el peor cuando se encuentran a un alpha que quiere comérselos. Sin embargo, tras una misión compleja, ambos consiguen volver con vida a la isla.

La segunda parte empieza cuando Spike descubre la existencia de un doctor que podría tratar a su madre enferma Isla (Jodie Comer), lo que le hace empezar un segundo viaje aún más peligroso que el anterior. Sobre todo cuando el posible doctor Kelson es una persona enloquecida a la que ningún humano ha visto en muchos años, y el viaje les hace pasar por territorio alpha.

Como fan del cine de zombies, la verdad es que la película tiene momentos super potentes y algunos bastante chungos, pero globamente creo que ha saciado mi sed de este tipo de historias. El poderío visual de Danny Boyle sale super reforzado tras ver la película en pantalla grande.

Sin embargo, me ha costado conectar con una historia que en muchos aspectos plantea el típico «gente tonta haciendo tonterías» como motor de la historia. Si Spike no hubiera ido nunca a «tierra firme» infectada, tendría algo de sentido que se fuera con su madre enferma que apenas puede andar a buscar al doctor. Pero que lo haga tras una misión en la que casi muere, y si no lo hace es gracias a su padre, es completamente una tontería ridícula. Y si, tengo claro que sin eso no hay película, pero me llama la atención que un guionista super inteligente como Garland (y el propio Boyle) tengan que acudir a estas «trampas» porque no se les ocurren otra forma mejor de hacerlo.

La película tiene otro problema grande, que es que no acabo de creerme este mundo 28 años después del primer estallido del virus de la rabia. Empezando porque los infectados hayan sobrevivido tanto tiempo, incluso naciendo nuevos niños infectados. De nuevo, esto es un problema pequeñito, porque tengo claro que sin eso no hay película. Pero dentro de este mundo con recursos super escasos de 28 años después, me parecía super imposible que por ejemplo Jamie no recuperara las flechas con las que había matado a infectados. (¡Si hasta Daryl lo hacía en The Walking Dead). Incluso pensando en que la sangre de los infectados mancha la flecha, pensar que algo tan valioso se deje sin más en el bosque me volaba la cabeza cada vez que pasaba. Porque me muestra a unos creadores que no han pensado del todo bien este mundo.

La llegada de unos soldados suecos varados en Inglaterra al estropearse su barco también ofrece varios momentos de «gente tonta…» super decepcionantes, al disparar en modo ráfaga malgastando munición escasa cuando deberían ser quirúrgicos en su enfrentamiento con los infectados. Aunque visualmente ya digo que hay momentos chulísimos, también me sucedía que esas escenas resultaban inverosímiles. Y eso es un problema.

Cuando Spike y su madre llegan hasta el doctor interpretado por Fiennes tenemos algunos de los momentos más potentes de la película con el monumento que ha creado para los muertos, realizado con calaveras de personas fallecidas. El papel del personaje de Ralph Fiennes me parece super interesante y añade un elemento excelente, si bien comete también alguna locura ridícula cuando duerme a un alpha y no le mata, algo que es de nuevo ridículo. Como digo, en lo relativo a la historia, junto a cosas muy chulas siempre me encontraba otras que me costaban digerir, y que provocan mi sensación de decepción.

Y a todo lo anterior hay que sumar un último aspecto que este si considero lamentable. En lugar de plantear una película con una historia con principio y final, lo mínimo que se exige cuando se va al cine a ver una película, Boyle y Garland deciden NO terminar la historia, dejando la historia en un cliffhanger absoluto.

Tengo que decir que había leído la intención de Boyle de crear una trilogía de películas de la que esta 29 años después sería la primera parte. Y también a la vez que esta película habían rodado casi en secreto su continuación. Pensando que el protagonista Alfie Williams es un chaval que tiene que crecer, tiene sentido rodar la segunda película a la vez para que no crezca entre rodajes y no cuadre con que la segunda película tenga lugar justo a continuación del final de esta. Desde un punto de vista logístico, es algo que se entiende.

Pero lo que no tiene un pase es que la película podría haberse planteado con un final que diera la sensación de historia cerrada de forma satisfactoria. Y sin embargo, Boyle creo que mete la pata con el final abierto en medio del meollo con que termina esta película. Incluso sin cambiar nada, simplemente jugando con el montaje y tomando la misma solución que planteó Ryan Cloogler en Los pecadores, terminando la película en un momento concreto para luego colocar el epílogo como una escena extra entre los créditos de la película, la sensación con que me hubiera dejado la película hubiera sido radicalmente distinta. Esto en realidad sería copiar la narrativa de Marvel Studios, que plantea las claves de las siguientes películas en las escenas entre y post-créditos. Y no se si esto les da vergüenza porque sería admitir que Marvel Studios planteaban buenas ideas en la parte de narrativa serializada.

Creo que los estudios y directores como Danny Boyle se equivocan completamente con estos no-finales. Hasta ahora, la principal diferencia del cine con la televisión es que el cine ofrecía una historia completa con inicio y final. Incluso las películas de Marvel Studios, tan criticadas por gente que no sabe de lo que habla, acertaban en este aspecto ofreciendo historias con principio y final satisfactorio, que luego dejanban tramas que serán desarrolladas más adelante. La actual moda / obsesión de los estudios de crear franquicias está provocando situaciones ridículas como en Fast X (de la que 2 años después de su estreno aún no se sabe cómo o cuando va a rodarse la continuación). Que se repite en esta película al no ofrecer un final satisfactorio me parece una tomadura de pelo.

El modelo de exhibición de películas en los cines está en crisis dado que mucha gente prefiere quedarse en casa viendo cine y series en streaming. Plantear películas sin final es la forma más rápida que puedo imaginar para echar de los cines a los pocos que aún vamos. Porque para tragarme una película sin final, incluso con las cosas destacables que tiene esta película, mejor me hubiera quedado en casa y cuando estrenen la historia completa ya si eso ya las veré en casa. Me parece un error de bulto que al final quien lo va a sufrir son los cines, cuando noten que cada vez va al cine menos espectadores.

28 años después me estaba gustando incluso con las pequeñas trampitas en la historia. Pero este no final me ha dejado con las peores sensaciones posibles. Muy mal, Boyle.

Comparto el trailer de la película:

28 años después está bien hasta que comete el pecado de dejar la historia sin final. Una moda terrible que acabará pasando factura a la industria.

PUNTUACIÓN: 6.5/10

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Crítica de El rey proscrito, de David Mackenzie (Netflix)

El rey proscrito, de David Mackenzie (Hell or high water), protagonizada por Chris Pine y estrenada recientemente en Netflix, es una correcta pero apresurada película que cuenta como Robert Bruce se convirtió en Rey de Escocia en el siglo XIV.

PUNTUACIÓN: 6/10

Tras la ejecución de William Wallace (Braveheart), obligado a entrar en batalla para salvar a su familia, su gente y su país de la tiránica ocupación inglesa, Robert the Bruce se apodera de la corona de la Escocia medieval y lidera a un grupo de hombres insurgentes para enfrentar la ira del ejército más fuerte del mundo conducido por el despiadado rey Eduardo I y su débil hijo, el príncipe de Gales.

David Mackenzie dirige y escribe el guión de esta película inspirada en hechos reales. Destaca principalmente la excelente fotografía de Barry Ackroyd y en general de todo el apartado técnico y artístico, que consiguen trasladarnos a la Escocia medieval de finales del siglo XIV.

David MacKenzie estrenó El rey proscrito en el pasado festival TIFF de Toronto, recibiendo no muy buenas críticas debido, entre otros motivos,  a que la lucha por la corona escocesa de Robert Bruce tardaba en concretarse en pantalla y por una historia dividida entre demasiados personajes secundarios.  La respuesta de Mackenzie, con el visto bueno de Netflix y sus productores, fue eliminar casi 23 minutos de película, de forma que el visionado final en Netflix es de 121 minutos. Y sinceramente, sin saber como era ese primer montaje, creo que la película lo que realmente necesitaba era más metraje para poder dar mayor profundidad a todos los personajes, empezando por el propio Robert the Bruce, hieráticamente interpretado por Chris Pine. Y en general, para poder desarrollar con la extensión que se merecía la lucha de Robert Bruce por conseguir el trono escocés y expulsar a los británicos de su tierra.

La película está partida en dos, con una excelente primera parte en la que destaca el elegante y largo plano secuencia inicial. Es esta primera parte Mackenzie cuenta de manera pausada y detallada la realidad de la época, en una Escocia en la que el rey Eduardo I se ha impuesto a la lucha provocada por William Wallace (Braveheart), que fracasó al no conseguir unir a su causa a todos los nobles escoceses.

Sin embargo, a partir de que Robert Bruce se levanta en armas y se declara Rey legítimo de Escocia, la película pasa a una narración frenética en el que no hay casi ni un segundo de respiro. Esta segunda parte de la película es un ir y venir de viajes y luchas que culminan en la brutal batalla final de Loudoun Hill, que significó el punto de inflexión en la lucha por la independencia de Escocia. Las batallas son otro de los puntos fuertes de la película, optando Mackenzie por mostrar una lucha cruda alejada de cualquier atisbo de épica, en la que lo más importante era la supervivencia.

Aunque la batalla de Loudoun Hill es un buen y sangriento climax, me quedó la sensación que la apresurada narración se dejó en el tintero muchos momentos que hubieran permitido que nos interesáramos por los personajes, y que las diferentes escenas tuvieran un mayor peso dramático.

En lo referido al casting, destaca un inexpresivo Chris Pine como el rey Robert the Bruce. No creo que esta inexpresividad sea problema de Pine, sino del tipo de interpretación que Mackenzie le pidió. Aaron Taylor-Johnson es James Douglas, conocido como Douglas el Negro, uno de los más fieros luchadores y amigos de Robert, y cuya brutalidad en combate le combierte en el personaje con más carisma de la película. Florence Pugh interpreta a la esposa de Robert Elizabeth Burgh, que aunque tiene bastante química con Pine, no llegan a compartir demasiados minutos en pantalla. 

No puedo destacar a nadie más, porque realmente el resto de personajes son poco más que figurantes que no aportan demasiado, aunque en general me dejaron con ganas de haber conocido más de ellos.

Por todo ello, aunque en general me ha gustado El rey proscrito, me quedo con la sensación que una miniserie de 3/4 horas hubiera sido el formato más adecuado para contar esta historia con la amplitud y complejidad que merecía.

A pesar de todo lo que acabo de decir, creo necesario puntualizar que globalmente El rey proscrito me gustó, aunque reconozco que no es perfecta. Además, dado que la vi en casa gracias a mi suscripción a Netflix, considero que su visionado estuvo bastante bien.

¿Hubiera pagado por ver la película en el cine? Posiblemente no, pero justo por eso, agradezco que Netflix corra el riesgo de producir este tipo de películas, de forma que acerca a sus suscriptores un interesante y variado contenido que en condiciones normales hubiera pasado desapercibido para el gran público en las salas de cine.

Comparto a continuación el trailer de la película:

El rey proscrito es un entretenido e imperfecto drama histórico que merece la pena verse en la pantalla de nuestra casa.

PUNTUACIÓN: 6/10