Crítica de Dunkerque, de Christopher Nolan

Christopher Nolan, el afamado director de The Dark Knight, The prestige o Memento, aborda en Dunquerke uno de los momentos claves de la 2ª Guerra Mundial para el Reino Unido, la evacuación de sus soldados de las costas francesas ante el avance alemán, en la que significa su primera aproximación al género bélico.

PUNTUACIÓN: 7/10

Nolan produce, escribe y dirige esta película con la intención de trasladar a la pantalla del cine unos hechos reales acaecidos en la 2ª Guerra Mundial, sin que el espectador piense que está viendo una película bélica tradicional. Unos sucesos de gran transcendencia histórica, como dice el cartel para España de forma un tanto exagerada: «El acontecimiento que marcó nuestro mundo». Me gusta más otro de los slogans, utilizado para los países de habla inglesa, que creo es más apropiado: “Cuando 400.000 hombres no podían llegar a casa, su hogar fue a buscarles”. Este último creo que refleja mejor los hechos que vemos en la película.

Dunquerke destaca principalmente por su apartado visual. Rodada con cámaras IMAX de 65mm, significa la segunda colaboración de Nolan con el director de fotografía Hoyte van Hoytema, con el que ya colaboró en Interestellar. Nolan planteó la película para ser vista en pantalla grande y lo cierto es que merece la pena. La película fue rodada en los escenarios reales de las playas francesas, utilizando aviones y barcos reales de la época y empleando a multitudes de extras que evitaran al máximo el uso de efectos visuales generados por ordenador. Y la verdad es que consigue algunas imágenes de gran belleza, unidos con interesantes escenas contadas mediante planos con perspectivas alejadas de los habitual, como por ejemplo la escena nocturna del hundimiento de un barco.

Nolan cuenta la historia con las imágenes y la dramática (y excelente) música de Hans Zimmer, que incluye un machacón tick-tack de un reloj que consigue crear en el espectador una creciente sensación de angustia ante la sensación de que el tiempo se les acaba a los soldados británicos. Por cierto, leí que la idea de insertar el reloj en la música fue también idea de Nolan, lo cual no me extraña en absoluto. Esta tensión se ve incrementada además por la narración fragmentada de Nolan, que salta de una situación a otra durante toda la película.

Y es que Dunquerke está contada desde tres puntos de vista, tierra, mar y aire, para ver este momento histórico desde las máximas perspectivas. Nolan forma un tapiz con acciones entrelazadas situadas en momentos temporales diferentes, que cobrarán un significado pleno cuando se conecten al final. Esta obsesión por crear una estructura narrativa compleja y contar la historia a través de los hechos, las imágenes y la música más que por los personajes son elementos característicos de la filmografía de Nolan, y en Dunquerke se elevan a la décima potencia.

En tierra, seguiremos durante una semana a Tommy (Fionn Whitehead), un joven soldado británico que intenta escapar de la playa, intentando cualquier estratagema a su alcance. Mientras, el Comandante Bolton (Kenneth Branagh) supervisa la evacuación desde el único malecón aún operativo para el atraque de barcos, aunque sabe que con los ataques de la aviación alemana y solo un muelle disponible, la evacuación es prácticamente imposible.

En el Mar, seguiremos el viaje de un día del barco del Sr. Dawson (Mark Rylance) hacia Dunquerke. Ante la imposibilidad de realizar una evacuación convencional, la Royal Navy movilizó a cientos (si no miles) de barcos de recreo para que ayudaran, dado que su poco calado les permitía a ellos sí acercarse hasta la costa. El viaje será corto pero muy duro, al ver de primera mano los efectos de los ataques de los submarinos y la aviación alemana a los indefensos barcos.

En el aire, Farrier (Tom Hardy) es uno de los pilotos de una escuadrilla de tres spitfires que intentan proteger a los convoyes de barcos del ataque de los aviones alemanes. No solo tiene que luchar contra fuerzas que les superan en número, sino también contra sus limitadas reservas de gasolina. La historia de Farrier transcurre en tan solo una hora.

Como es habitual en la filmografía de Nolan, los personajes son solo piezas que ayudan a formar el puzzle creado por su guión, pero en Dunkerque esto es llevado al extremo. Nolan no quiere que conozcamos quienes son los personajes ni qué sienten, solo que veamos las situaciones que tienen que sufrir. Por este motivo, los diálogos son mínimos ya que en palabras de Nolan, “…la empatía por los personajes no tiene nada que ver con su historia, por lo que no quería utilizar diálogo para contarla. El problema no está en quienes son, de donde vienes o qué sienten. La única pregunta que me interesaba de ellos era ¿van a sobrevivir? ¿o la próxima bomba les matará?…”.

Otro hecho unido a los personajes que demuestra como Nolan subvierte las estructuras del género bélico es que la película no muestra a ningún héroe, solo a personas anónimas que intentan sobrevivir frente a una situación límite sobre la que no tienen ningún control. De hecho, el único personaje cuyos actos le calificarían de héroe es el piloto interpretado por Tom Hardy, y no se le ve prácticamente la cara en toda la película. Los personaje por tanto no son personas, sino arquetipos. Y por si fuera poco, no es que no hayan héroes, es que tampoco vemos a los “villanos”, ya que en ningún momento se nos muestra a las tropas alemanas. Como mucho algún avión, pero sin verse su bandera. Una película bélica sin buenos ni malos y con personas que solo buscan sobrevirir. ¡Menudo cambio!

En este sentido, entendiendo las motivaciones de Nolan en lo relativo a historia y personajes solo puedo decir: ¡OBJETIVO CUMPLIDO!

Lo malo es que ahí radica el gran problema para mi de la película. Al no presentar personas sino engranajes de la historia, Nolan rompe mi conexión emocional hacia la historia. Dado que los personajes son intecambiables, me da igual lo que les pase, su vida o su muerte no tienen ningún impacto para mi, lo que convierte el drama en una sucesión de imágenes frías y sin alma. Unas imágenes muy bellas en muchos momentos, pero frías como el hielo. Más si cabe ante un hecho histórico conocido, que es que la evacuación tuvo éxito. Muchos murieron, si, pero más de 400,000 soldados británicos y franceses fueron salvados.

Lo cual me provoca la reflexión que el cine cerebral de Nolan cada vez encaja menos con mis gustos. No es un tema de si la película tiene errores de guión, que no los tiene, sino de las decisiones creativas que toma. Solo el personaje de Mark Rylance, el patrón del barco que acude al rescate me genera algún sentimiento, principalmente por la calidad interpretativa de Rylance, que saca oro de donde no lo había. En el lado opuesto, no es que Nolan tape la cara de Tom Hardy (el piloto), es que ¡en numerosas ocasiones no nos deja ver ni siquiera su mirada! Que es lo único con lo que Hardy cuenta para construir una personaje que se debate entre retornar a casa para repostar, abandonando a su suerte a sus compañeros, o quedarse a sabiendas que eso le condena a muerte.

Por otro lado, Nolan intenta realizar las imágenes de la forma más realista posible, lo que provoca que en la mayoría de situaciones, como por ejemplo los combates aéreos, rodadas en 70mm panorámico deberían ser la bomba y dejarnos a los espectadores sin habla. Cosa que no consigue. Esto ya le pasó a Nolan en Interstellar y en general en toda su filmografía, y reafirma una vez más su punto flaco como director son las escenas de acción.

Además, me llama la atención como algunos críticos que alaban como obra maestra a Dunkerque destacan el tono documental de Dunquerke y como Nolan evita conscientemente el crear sensaciones en el espectador mediante trucos “tramposos” como la conexión emocional con los personajes y una música sensiblera, poniendo el ejemplo de Spielberg con John Williams. Y lo cierto es que me parece que estas opiniones caen en la “trampa” tejida por Nolan, ya que el director británico SI busca provocar sensaciones en el espectador, solo que no con las herramientas de Spielberg. Las suyas son la música apabullante, la narración no lineal fragmentada o la tensión in-crescendo. Todo eso sí busca provocar una reacción de desasosiego y angustia en el espectador, no es para nada una fría narración documental.

Un hecho histórico que la película cuenta al final es que ante el hecho indudable de la humillante derrota que le supuso al ejército británico la retirada de tierras franceses, la sociedad inglesa supo convertir este suceso en una victoria, al entender que en esa situación, sobrevivir era ya un gran logro. Y como esta “victoria” de traer a los soldados a casa sirvió para que Churchill escribiera su histórico discurso de “lucharemos en las calles, lucharemos en las playas,…” que motivó a todo un pais. Pero Nolan no muestra ni a Churchill ni a ningún alto mando, ya que no quiere quitar el foco de las personas anónimas y lo que vivieron.

Comparto a continuación el trailer de la película:

Dunquerke es una buena película que merece ser vista en la pantalla más grande posible. Pero no es ni mucho menos la obra maestra que muchos dices que es, e incluso creo que puede decepcionar a los espectadores que vayan buscando una película bélica convencional. En mi caso, lo mejor que puedo decir de Chistopher Nolan es que se ha convertido en un género en si mismo, y que volveré al cine a ver su próxima película. No se me ocurre mejor elogio hoy en día.

PUNTUACIÓN: 7/10

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