Tenía muchas expectativas con la última película de Martin Scorsese, Silencio, una exploración del significado de la fe en las circunstancias más extremas. Y la verdad es que estamos ante una película increíblemente interesante y que ha generado una profunda reflexión.
Silencio es una adaptación de una novela del japonés Shusaku Endo, en la que dos jesuitas portugueses, Sebastião Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garrpe (Adam Driver), viajarán hasta Japón a mediados del siglo XVII buscando a su maestro, el padre Ferreira (Liam Nesson), que se dice ha renunciado a su fe cristiana debido a la tortura sufrida a manos de las autorizades japonesas, que han prohibido la práctica del cristianismo en todo el país. Tras conocer la dura realidad de los cristianos en Japón, ellos mismo serán apresados y torturados, poniendo su propia fe a prueba. Este drama histórico ha sido escrito por Jay Cocks y Scorsese ha tardado literalmente décadas en realizarla.
Aparentemente, este argumento es el de una historia de blancos y negros, buenos y malos. Y nada más lejos de la realidad, la película tiene una gran complejidad y plantea muchas cuestiones que no siempre responde claramente, dejándolo a la reflexión de cada uno.
Para comentar sobre esta película es inevitable entrar en terrenos pantanosos de spoilers. Realmente os recomiendo que vayais a ver la película y pares de leer ahora mismo.
¿Ya la visteis? ¡Bien!! Ya puedo hablar con libertad.
La primera cosa que me chocó de Silencio es que aunque los japoneses son claramente los «malos» de la función, no podía dejar de empatizar con ellos y comprender su punto de vista. Y eso que Scorsese no se corta a la hora de mostrar las continuas brutalidades que practican no solo a los misioneros europeos sino especialmente a sus propios campesinos o pescadores que profesan la fe cristiana.
El Japón feudal era un reino cerrado y orgulloso que vio como extranjeros que no intentaban comprender su lengua, cultura o religión llegaron al país intentando convencer al pueblo que solo ellos estaban en posesión de la verdad y que los japoneses debían someterse ante su supuesta superioridad moral y de convicciones. Entiendo que en un contexto medieval, la reacción antes ese intento de colonialismo fuera rápida, brutal y sangrienta. Especialmente si tenemos en cuenta que la sociedad japonesa siempre se ha caracterizado por un elevado belicismo, una marcada creencia de superioridad frente a otros paises y culturas, un histórico aislamiento frente al exterior y un culto al líder casi como figura suprema.
Hubo un momento durante la película que incluso llegué a pensar que si los nativos americanos hubieran masacrado a los pasajeros del Mayflower, por muy brutal que dicho suceso hubiera sido, a lo mejor su cultura y sociedad aún dominaría el continente americano. Por contra, su bondad hacia los recién llegados al final fue recompensado con el genocidio. Claramente, lo sucedido en América no pasó en Japón.
Se ha criticado desde siempre a Martin Scorsese porque supuestamente glorifica actitudes amorales como las de los gangters, algo sobre lo que yo no estoy nada de acuerdo. Películas como Uno de los nuestros o recientemente El lobo de Wall Street muestra sin tapujos la buena vida y los excesos que los protagonistas cometen. Pero mostrar no es obviamente estar de acuerdo con estas actitudes.
En Silencio Scorsese creo que vuelve realizar algo similar y hace que entendamos ambos puntos de vista, aunque sean los del verdugo frente a su víctima. Esto no significa que apruebe las masacres cometidas, sino que muestra sin tapujos las incongruencias de ambas culturas y como nadie está realmente en posesión de la verdad completa. Y esta necesidad de comprender que nadie está totalmente en posesión de la verdad resultará ser fundamental en la resolución de la búsqueda del significado de la fe por parte del padre Rodrigues.
Pero que todo lo anterior que acabo de comentar no te engañe. Silencio no es un drama histórico planteado desde una vertiente sociopolítica. La clave de la película es más personal, al centrarse en mostrar el camino que recorre el padre Rodrigues (Andrew Garfield) para encontrar la fe verdadera frente a lo que él cree que es la fe al comienzo de la película.
Al mostrarnos las condiciones de vida de los japoneses cristianos, vemos unos poblados en extrema pobreza, en contraste con las ciudades budistas donde se aprecia un mayor grado de bienestar. En este contexto histórico de penurias y sufrimiento, también se entiende que estos pobres se agarraran a la promesa del paraíso como forma de escapar de la horrible realidad, y estuvieran casi deseando poder morir como cristianos para alcanzar el más allá, aunque fuera sufriendo un martirio.
Esto también me trajo a la mente la triste realidad de terroristas suicidas de religión musulmana que se inmolan contra el enemigo occidental. Aunque ellos son unos asesinos, también en su caso les prometen el paraíso, en este caso a cambio de cometer unos actos horribles que en caso de que seas creyente te enviarían directamente al infierno.
En todo caso, no es que los campesinos fueran pobres por ser cristianos, es que hubieran sido pobres y hubieran sufrido penurias igual siendo budistas, porque esa era la triste realidad del pueblo llano en el periodo feudal, ya sea en Japón o en Europa.
Frente a la visión occidental del padre Rodrigues (Garfield) y su creencia de estar en posesión de la verdad, que solo su fe es la correcta, y que merece la pena morir por defenderla (o dejar que otros mueran por ti), la realidad que le muestra el padre Ferreira (Liam Nesson) y su propio camino de autorealización consiguen que abra su corazón a una verdad superior.
La fe verdadera es un asunto interior que solo te compete a ti y a tu Dios, y no debería ponerse en peligro la vida de nadie para mantener unas convicciones que al final solo muestran tu orgullo, no tu fe.
Andrew Garfield está omnipresente en la película y me gustó poder escucharle en Versión Original. Su actuación sabe ser contenida y a la vez reflejar toda su angustia existencial mientras sufre al tener que ver como sus feligreses son torturados y asesinados al negarse a apostatar pisando una figura de Cristo, ante un Dios silencioso que parece no responder sus plegarias.
Quizá el único pero que le pondría a la película es su duración. Aunque sus 160 minutos no se me hicieron largos, realmente creo que Scorsese hubiera podido contar exactamente lo mismo en una película de media hora menos. Pero al menos en el cine me empapé del ritmo pausado de la narración de Scorsese, y se me pasaron las horas en un suspiro. Más o menos…
Comparto el trailer de la película:
Silencio no es una película sencilla ni se la recomendaría a todo el mundo. Sin embargo, me ha parecido una de las obras artísticas más interesantes en mucho tiempo.
PUNTUACIÓN: 8/10
Debe estar conectado para enviar un comentario.